jueves, 30 de julio de 2009

Las relaciones amorosas son una pérdida tiempo, un círculo vicioso, una verdadera trampa mortal. Una cagada al vacío, hubiera dicho mi amigo negro Díaz, de haber estado vivo en este tiempo. Yo tenía una novia o algo por estilo. Ese era el primero de mis males. El segundo era que creía en la poesía y, peor aún, en la posibilidad de escribirla. Entonces iba por la vida con mis cuadernos bajo el brazo. A veces fotocopiaba estos cuadernos y fabricaba unos pequeños libritos que después repartía entre mis amigos. Las críticas que recibía eran buenas. Excelentes. Yo escuchaba las críticas y luego iba a mi casa y me encerraba en el baño con la luz apagada*. Entonces me decía: son mis amigos. Mierda. Soy un imbécil con un cuaderno bajo el brazo. Y así. Supe después que ambas cosas, poesía y novia, iban ligadas. No eran la una sin la otra. Yo me sentía enamorado y entonces escribía poemas de amor. Era una reacción lógica. Una especie de reflejo condicionado. Una pequeña pelea era un poema. Un solo celo estúpido también. Un asco. Estuve un año dentro del círculo. Luego cuando nuevamente llegó el verano, ella cortó con todo. Nos despertamos en enero con un calor insoportable. Miré por la ventana. El sol calentaba los vidrios. Cuando vi que ella estaba al lado mío la miré fijamente. Ella me contestó la mirada y se quedó inmóvil. Estuvimos así casi un minuto. Entonces habló.
Yo no dije nada. Me quedé callado mientras ella ordenaba sus cosas y metía todo en un gran bolso amarillo.
Tenís que ponerte bloqueador, le dije cuando estuvo en la puerta. Fue la última cosa que le dije. El capitalismo, el mundo moderno o lo que fuera, nos había enseñado curiosas formas para despedirnos.

1 comentario:

  1. ni te cacho, pero me gusta leer tu blog. Son fluidos tus textos y/o mi lectura.

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