jueves, 30 de julio de 2009

Es la poesía. Un montón de tipos jugando a ser geniales. Un montón de tipos hablando de lo geniales que son. Algunos llevan barbas y corbatas. Los más ridículos han optados por las boinas. No tienen vergüenza y entonces van y se sientan frente a un grupo de borrachos y leen sus horribles poemas. Definitivamente no hay cura para los poetas o para los que dicen que lo son. Yo he conocido algunos. Para ser honesto no siempre he sabido distinguir entre quien lo es realmente y quien sólo dice que lo es*. De todos modos es una disputa con poco sentido. En algunos casos nunca lo sabremos. Pero lo cierto es que van por ahí perdiéndose por calles y bares y a veces los encuentro y los reconozco. Ah, pienso, el de los poemas eróticos. Ah, el de las palabras que no eran palabras. Y así. La última vez yo estaba sentado en un bar con mi amigo Renato cuando empezó. Un profesor del instituto donde estudiábamos (mal) se sentó frente a nosotros y unas 20 personas más. Había una especie de pequeña tarima y sobre ella el poeta*. Leyó. Pero no estaba solo. Tres mujeres de unos 20 o 22 años se pararon tras él envueltas en unas ridículas túnicas. Por un momento pensé en Grecia, la antigua, pero estaba tan lejana. Pensé en Roma, en los fenicios, en los apóstoles y el cristo, en una gastada pintura de Rembrandt. Nada cobró sentido. Frente a mi, poco a poco, las tres mujeres dejaron caer parte de las telas. Las tetas asomaron, es obvio. No tenían por qué, pero asomaron. El poeta leía y leía. Algo acerca de unos cuerpos y unas calles sombrías, unas bocas y unos dientes. De tetas nada, pero en fin, tras el poeta si que había tetas. No había ningún tipo de conexión, pero ahí estaban. Cosas de poetas, me dije y seguí tomando mi piscola. Renato terminó borracho debajo de una mesa y yo me fui caminando hasta mi casa. Hacía frío y el cielo estaba sin estrellas y bajo él yo pensaba en las tetas que había visto hace un rato. No recordaba los poemas, pero las tetas sí. Era algo estúpido. Crucé Vianna y empecé a subir por Agua santa. Era un camino largo, una subida maldita. En el camino me comí un completo. Cuando tomo sin emborracharme siempre me como un completo. Cuando me emborracho, extrañamente, no lo hago y si lo hago después no me acuerdo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario