jueves, 14 de julio de 2011



Entró una corriente de aire y le atacó el cuello.

Se mantuvo firme, miró hacia el frente.

No estaba mal. Luces de neón invertidas. Le brillaron los ojos.

Era martes cerca del medio día.

Se había ido a cortar el pelo con dos mil pesos que encontró tirados debajo del velador. Posiblemente los había perdido la puta de la noche anterior.

En honor a este mundo de mierda lleno de casualidades, se dijo,

en honor a los imbéciles que se cortan el pelo en sus depresiones.

Y en todo caso, de qué se quejan, tienen brazos y piernas y a nadie le falta Dios,

lo que es igual a decir que a nadie le falta un culo

o un par de tetas para salvarse,

cada cierto tiempo, la técnica es simplemente no ser demasiado quisquilloso

Así es que bajó los 5 pisos de su departamento y entró en la peluquería.

Pidió un corte común. Rebájame un poco lo que ya tengo, si, si, dijo, la misma forma pero con menos volumen.

Pero ella lo acuchilló

Y esa fue toda la historia



Me tiraron al suelo como al Luis Pinto

Me esposaron, me metieron en una furgoneta

Viva Piñera, grité, viva! También me gustaba lady gaga en ese tiempo

Pero no estaba solo y entonces ella me devolvió su primera mirada real

Y era muy tarde

Bonnie and Clyde, borrachos y felices bajo la luna

Aplastados bajo la luna

Sumergidos en ese primer intento de estar

Fuera de toda destrucción idiota inevitable

Terriblemente temerosa de lo vivo

Al final la vida me tocó for rial

En un estrépito instante de felicidad pura

Y temor a ser violado

Por esos terribles enemigos del sistema mundial

La distancia con su cuerpo al otro lado de las rejas

Mientras hanibal lecter se meneaba en su celda

Y viene con la polola, me dijo el paco

Y viene con la caña, me dijo el mismo paco

Y vengo feliz de la vida, pensé yo

Y a la hora que mi cerebro se traspapela

Y dice lo que agradablemente pensaba

Entonces es posible violación del mismo paco

Porque a los pacos les gusta el hueveo

A falta de huevos, fe o intelecto

Les gusta el hueveo

Y lo llevan como insignia, como tatuaje, como mecanismo de defensa

Amarrado a las gónadas-neuronas que no tienen

Y entonces, mientras me robaban

Los mismos pacos

Las 5 lucas que quedaban flotando

En el fondo de mi walat

Como el hielo en la piscola

Me acordé de los pistoleros forajidos del oeste

Y Bonnie que no aparece y no aparece y no aparece

Y dónde cresta la metieron

En que parte de esta nube

Los pacos delincuentes violadores

Dónde cresta metieron a mi Bonnie, estos cuerpos sin cerebro

Que pululan por las calles de MI puerto

Y que invitan a su casa a patadas en el culo

Donde mierda la metieron

Estará sobre sus piernas caminando en el pasillo?

Dentro de otra celda, estará encontrando todo esto aventura?

El fin de la historia en cuestión me perseguía

No quiero escribir un drama, pensé

Pero con estos conchesumadres nunca se sabe

Y al final sin cordones, porque, claro, potencial suicida, delincuente avezado

Sin calcetines, porque, lógico, lanero experto en fabricar sogas como un mago

Menos 5 mil pesos en efectivo, en la billetera francesa

Que mi hermana mandó desde París

Me lanzan en picada hacia el destino de Bonnie

Y entonces mientras el abogado nos indica el camino a seguir

En estos casos TAAAAN extraños como el sol

Yo le tomo las manos a ella

Y ella las mías esposadas

Y está más luminosa que una foto

Y está más sonriente que una hiena

Abriendo sus dientes sin par

Hacia afuera, siempre hacia afuera

Ya vamos a salir de aquí, le digo

Y alguna vez nos vengaremos, le digo

Y esa vez, frente a la escena del crimen,

Leeremos las plegarias incendiarias de ser dos jóvenes

Libres aún en el Chile que no queremos.


Fui hasta la pieza

Tenía puesto un solo calcetín

Eran las 3 y el hombre decía cosas tales como: supere sus crisis nerviosas

en base a té de melisa, o algo por el estilo,

Las depresiones pasarán pasarán

Y es sabido que el sol del oriente es distinto al chileno

Que los niños del oriente no fuman pasta en la esquina

No saben esquiar

Ni mirar a un lado distinto de los ojos

Sus pupilas-sus bellísimas pupilas brillan en la noche como gatos

En la selva brillan como gatos

Panteras escondidas atentas, al acecho, convencidas, decididas

De tomar al toro por las astas

El tiempo es dinero y es muerte

Los pacos andan en Chile a caballo

Tiran sus caballos encima de otros animales que caminan

Y la gorda se estrella, le pasó por imbécil

Irse a meter a las patas del caballo

La muy imbécil

Cuando hace frío

No haberse ido a fondear a la casa

Los marcianos llegarán

Los marcianos no llegarán

Y por mientras qué hacemos

Dónde vamos

Qué comemos

A partir de que fatídica broma, accidente gracioso, soliloquio suicida, nos reímos

A partir de qué víctimas hacemos la torre de neumáticos

Y si va bien

Quién le prende fuego a la fogata

Con qué objeto-fósforo-y-calidad de detenido

¿Cómo?

miércoles, 27 de abril de 2011

Sólo tenía claro dos cosas. Tenía 29 años y estaba escribiendo cada vez peor. El mundo, ese cubículo odioso donde fuimos expulsados desde nuestras respectivas vaginas maternales, se estaba poniendo, ahora sí, decididamente feo. ¿De qué podía escribir a los 29 años? se dijo. Era imposible. Cada cosa que leía en su archivo le sonaba adolescente. Aún así lo intentó. Se limpió la boca, se rascó los ojos. Luego los abrió. La luz que entraba por la ventana entreabierta no era suficiente, entonces tanteó el terreno con los pies. Llegó hasta la puerta y pasó al living. Deben ser las dos de la tarde, pensó, pero no se molestó en revisar su reloj. Ese día no tenía que trabajar y eso era algo bueno. Se sentó y escribió: -quiero escribir / no puedo escribir / de qué voy a escribir a los 29 años. No se puede. Es el fin. Es el fin del algo - es el comienzo de la muerte. No se puede escribir a los 29 años. Y si lo hago ¿Con qué objeto? ¿Para precipitarme mejor? ¿Para dejar evidencia? ¿Para jugar al investigador privado conmigo mismo? La boca de V se puso marchita, yo lo supe, lo vi pasar río abajo, la pendiente inclinada, lo suficientemente (inclinada para ser) mortal-. Alejó los ojos de la pantalla. Le dolían. No le gustó lo que leyó. Demasiado lastimero y había cosas realmente terribles que pasaban en el mundo. Mientras él se quejaba por cumplir años, había una mujer que posiblemente no podría cumplir más. Ella pensaba en la muerte, en los años que no cumpliría. Dos tipos le sujetaban los brazos y las piernas, mientras un tercero le rebanaba el clítoris con una lata oxidada. Asuntos de estado, supuso A desde la comodidad de su casa. Y yo en esto, pensó. Qué mal. Qué idiota. Decidió concentrarse en sí mismo sin resultar demasiado indolente ni lagrimoso. Miró a su alrededor. Estaba solo por imbécil. Fue al baño y se lanzó agua en la cara. Vio caer las gotas en cámara lenta hacia el lavamanos. Es como una escena de película, pensó. Le causó gracia pensar en un drama. Volvió a la mesa, se sentó e intentó de nuevo. Sería lo último: -Condenado a la soledad, soy un bicho raro que se encoge sobre sus patas traseras y se muerde la cola y se come la cola y sigue con intestinos y demases río adentro. La tarde caía templada, el sol caía templado, vaya a saber uno que significa que algo se temple, templaba Pedro Juan Gutiérrez bajo la luz de la luna habanera, pero ese es otro cuento. Yo estaba sentado frente a la ventana mirando el puerto, los ojos puestos en punto alguno, tras de mí algo sonaba y era probable que fuera mi propio dolor de oídos-.

miércoles, 13 de abril de 2011

Le pidió perdón por sus crisis suicidas, colgó el teléfono y se quedó dormido. Era una estupidez. No lo haría, no tenía las agallas. Por lo demás había demasiados discos por escuchar, demasiadas buenas películas por ver, algunos buenos poemas, un par de cuentos sobre el velador, posibles mujeres que serían folladas sin amor, o con. Lo de los discos lo dificultaba todo. Había muchos discos viejos que aún no había escuchado y había muchos buenos discos que saldrían en el futuro. Todavía no había visto todas las películas de Kubrick y tenía en un cajón un vinilo de Nick Drake, casi nuevo, pero no tenía toca vinilos y mientras no consiguiera uno, la idea del suicidio seguía siendo una idiotez redundante, patética y triste. Pero independientemente de todos los discos, los libros, las películas y las mujeres, lo que hacía falta eran las agallas, la decisión, en verdad lo que hacía falta era una dosis precaria de seriedad, dejar de dar jugo, dejar de hablar y empezar a hacer de una puta vez ese último acto. Pero él hablaba, se dejaba ir, mentía. Luego todo parecía un mal chiste. Alguien se rió esa noche. Él recordó las frases de esa especie de escritor fantasma: *****. En alguna parte lo había leído: intentos de salir disparado por la ventana, intentos de salir disparado del propio cuerpo, salir por las uñas, por el pelo, abandonarse, salir del envoltorio, reventarse hacia afuera a través de las córneas. No era un buen consejo, pero recordó y recordó; unió pedazos de vida, libros leídos y se fue poniendo profundamente nostálgico con el correr de las horas. Despertó con sed y con la vejiga a punto de reventar. Se paró, fue al baño, se mojó la cara y se miró al espejo. Ese soy yo, pensó, y no le gustó devolverse a sí mismo esa mirada. Su teléfono volvió a sonar. Un amigo lo invitaba a ver un documental sobre el Shock, ese invento terrible en el que todos estábamos sumergidos como idiotas. Ok, dijo, voy bajando, no tengo nada que hacer, tengo que trabajar mañana recogiendo la basura de las casas vecinas, dijo, estudié 5 años para recoger la basura de las casas vecinas, dijo. Abrió la puerta y tuvo frente a sus ojos una panorámica bastante romántica de Valparaíso, pero su vida no era lo suficientemente romántica, por momentos se ponía incluso surrealista o algo por el estilo. Bajó. El viento helado de la bahía le rebotó en la cara como una patada mortal. Cuando llegó, pusieron agua en la cocina y se sentaron frente a la pantalla. Éramos como hormigas, cada día se daba más cuenta de eso. No seríamos sujetos históricos, eso significaba la muerte, y nosotros no queríamos morir, queríamos aferrarnos a la vida, a cada mínima posibilidad de estar vivos, respirando bajo el sol, o con el viento helado pegando en la cara, había muchos discos por escuchar, él lo sabía, un par de buenas películas, se animó. Fue a la cocina y preparó dos tazas de té. Volvió y pegó sus ojos en la pantalla: caían bombas en Bagdad, una niña comía basura en la franja de Gaza, dos tipos metían en un auto a un viejo y la imagen sepia se iba a negro mientras lo molían a palos. El agua estaba muy caliente y se quejó por eso.

miércoles, 30 de marzo de 2011

Un hombre busca trabajo. Se afeita, intenta vestirse bien, toca una puerta y entonces empieza a luchar consigo mismo, con su dislexia, con sus temblores, sus desconcentraciones habituales. Mira a la directora y piensa en unas piernas largas que se convierten en otra cosa, piensa en una pelota que gira, en unos ojos rojos, la directora pregunta, él asiente, no sabe con certeza de que se trató aquella pregunta, pero asiente, si, dice, si, es un acto mecánico, un lanzallamas eternamente activado hace la vida imperceptiblemente más fácil, si si si, dice, y entonces sale de la habitación, está salvado, el sol está alto, la reunión a durado un buen tiempo. En el despacho, frente a la secretaria, otro aspirante se anota en una hoja larguísima plagada de nombres; tras dos horas de intensa conversación, abandona el lugar campante, en sus pasos se adivina otra cosa, una actitud ganadora, es posible que pase a tomar un café en el almacén de la esquina y luego disque *** en un teléfono público para confirmar la hora de una próxima entrevista con el diablo o con la vida, es decir, con una continuación permanente hacia un punto inexacto. A pesar de su sonrisa piensa en la muerte, en el frio de otoño que baja hacia Viña intuye alguna conexión con la muerte, es un hombre sensible, es un poeta, entonces piensa en la muerte con calculada seguridad. Cuelga el teléfono, el camino está despejado: va. Su pasos campantes lo llevan por ahí: es una hormiga que cruza y cruza avenidas, seguro de sí mismo, protagonista incalculable de su propia filmografía, eso es bueno, dice, eso es muy bueno, se consuela, si los satélites no me ven, si la historia me desprecia.

lunes, 28 de marzo de 2011

Two silly apparitions

I’ve run into ***** two times in my life and both times he professed my destiny. The first time, in a city at the edge of a dirty river, he told me: you will be lonely. I didn’t know, at some point, what we was referring at. Loneliness have too many edges, each one more uncertain than the other. Years later, I don’t remember if it was Vietnam or my neighbourhood, I was done with all my enemies. I slipped trough the morasses, crossed some fences and made it through it. I was alone in the world or, at least, at that peace of it. The words of ***** suddenly made sense. It wasn’t Jesus, or Buda, or that stigma kid or messiah kid from the Wilde’s story. It didn’t give recipes or parabolas. It didn’t either provoked any incredible things to put order in pointless lives. It just accused and notified, but this warning wasn’t even a warning. Once it published its appearances in the yellow pages. I read it myself. At page 666 its banner in heavy black letters promised amazing revelations. A boring life could then be cut by the vertigo’s knife. It guessed, but of Jesus, in a strict way, it just had the hippie look, the beard and the long hair. Of kindness nothing. It was an outsider. Some jerk or some genius. As I said, he crossed two times with my life. The second time I was very drunk, lost in the streets of some South American capital. I rambled without having a direction. In an alley, between the trashcans, I felt a voice. I couldn’t see its beard, or its large hair like Jesus Christ, or either his junkie pale face. The voice said to me ***** *** *******. Yesterday afternoon I was remembering this mysterious appearances, sitting in the hepatologist’s chair. He was looking at the phone guide. With a remarkable hyperkinesis, he flicked through the pages full of banners. I started thinking about that banner and ***** and its two silly apparitions. They hadn’t solved anything, I thougt. Then I got prescribed with some meds and went out to the street. At Uruguay with Independencia street I ate a hotdog. I think I put mustard on it, though I’m not sure.