miércoles, 30 de marzo de 2011

Un hombre busca trabajo. Se afeita, intenta vestirse bien, toca una puerta y entonces empieza a luchar consigo mismo, con su dislexia, con sus temblores, sus desconcentraciones habituales. Mira a la directora y piensa en unas piernas largas que se convierten en otra cosa, piensa en una pelota que gira, en unos ojos rojos, la directora pregunta, él asiente, no sabe con certeza de que se trató aquella pregunta, pero asiente, si, dice, si, es un acto mecánico, un lanzallamas eternamente activado hace la vida imperceptiblemente más fácil, si si si, dice, y entonces sale de la habitación, está salvado, el sol está alto, la reunión a durado un buen tiempo. En el despacho, frente a la secretaria, otro aspirante se anota en una hoja larguísima plagada de nombres; tras dos horas de intensa conversación, abandona el lugar campante, en sus pasos se adivina otra cosa, una actitud ganadora, es posible que pase a tomar un café en el almacén de la esquina y luego disque *** en un teléfono público para confirmar la hora de una próxima entrevista con el diablo o con la vida, es decir, con una continuación permanente hacia un punto inexacto. A pesar de su sonrisa piensa en la muerte, en el frio de otoño que baja hacia Viña intuye alguna conexión con la muerte, es un hombre sensible, es un poeta, entonces piensa en la muerte con calculada seguridad. Cuelga el teléfono, el camino está despejado: va. Su pasos campantes lo llevan por ahí: es una hormiga que cruza y cruza avenidas, seguro de sí mismo, protagonista incalculable de su propia filmografía, eso es bueno, dice, eso es muy bueno, se consuela, si los satélites no me ven, si la historia me desprecia.

lunes, 28 de marzo de 2011

Two silly apparitions

I’ve run into ***** two times in my life and both times he professed my destiny. The first time, in a city at the edge of a dirty river, he told me: you will be lonely. I didn’t know, at some point, what we was referring at. Loneliness have too many edges, each one more uncertain than the other. Years later, I don’t remember if it was Vietnam or my neighbourhood, I was done with all my enemies. I slipped trough the morasses, crossed some fences and made it through it. I was alone in the world or, at least, at that peace of it. The words of ***** suddenly made sense. It wasn’t Jesus, or Buda, or that stigma kid or messiah kid from the Wilde’s story. It didn’t give recipes or parabolas. It didn’t either provoked any incredible things to put order in pointless lives. It just accused and notified, but this warning wasn’t even a warning. Once it published its appearances in the yellow pages. I read it myself. At page 666 its banner in heavy black letters promised amazing revelations. A boring life could then be cut by the vertigo’s knife. It guessed, but of Jesus, in a strict way, it just had the hippie look, the beard and the long hair. Of kindness nothing. It was an outsider. Some jerk or some genius. As I said, he crossed two times with my life. The second time I was very drunk, lost in the streets of some South American capital. I rambled without having a direction. In an alley, between the trashcans, I felt a voice. I couldn’t see its beard, or its large hair like Jesus Christ, or either his junkie pale face. The voice said to me ***** *** *******. Yesterday afternoon I was remembering this mysterious appearances, sitting in the hepatologist’s chair. He was looking at the phone guide. With a remarkable hyperkinesis, he flicked through the pages full of banners. I started thinking about that banner and ***** and its two silly apparitions. They hadn’t solved anything, I thougt. Then I got prescribed with some meds and went out to the street. At Uruguay with Independencia street I ate a hotdog. I think I put mustard on it, though I’m not sure.

miércoles, 9 de marzo de 2011

Le chupó una teta, luego la otra y se volteó. Hace tiempo que no conseguía una erección decente. Tenía una angustia constante que aparecía en el pecho, descendía por el tórax y se iba extendiendo por todo el cuerpo. La cesantía lo tenía enfermo. Ella lo abrazó por detrás, le masajeó los testículos un rato, pero no pasó nada y al final se durmieron.

Quizás pasara por esa típica crisis existencial por la cual no quería follar, ni hablar, ni demorarse mucho en entender al otro. Le pasaba una vez al año, cesante o no. Por la tarde había visto un documental sobre Walter Rauff, un criminal de guerra nazi que había muerto tranquilamente en Las Condes, gracias a su compinche Augusto Pinochet. Una historia ridícula de esas que sólo pasan en Chile, un país fundado en las traiciones y las mentiras, una nación que descansaba sobre bases infames y que, viendo la historia reciente, terminaba de construirse de la misma manera. Su cabeza respondió. Esa noche sus sueños oscilaron entre orgías infernales y campos de concentración. Despertó agitado, sudando. Ella ya no estaba, había salido el sol, era verano. Seguramente más tarde haría un calor de mierda. El no quería pensar ni en el sol, ni en la vida, ni en los años que inevitablemente quedaban por delante. Tomó un libro de John Fante que nunca había terminado de leer. Hojeó un par de páginas. No se entusiasmó y entonces se acostó de nuevo, cerró forzosamente los ojos e intentó dormir, pero no pudo. Eran las 12 del día.

martes, 1 de marzo de 2011

SEPTIEMBRE 15

No contento con las malas vibras, insatisfecho de ultrajes y memorias que no recuerdan nada, volví a la casa. Las putas se habían ido y la mesa estaba puesta. En septiembre 15 pocas cosas pasaron. Se resumen a continuación:

1) se extiende el plazo del vacío, se cambian las fechas por una urgencia terrible. La del sexo.

2) se vacían los plazos extendidos, se fechan los cambios por una sexualidad terrible. La de la urgencia.

3) Septiembre 15 y el daño físico. Todavía recuerdo caminar como un tuerto bajo el sol de septiembre. Ahora me toca, ahora sí, repetía-me hacia dentro, acumulaba-me hacia dentro, la misma sangre coagulada en el ojo. Ahora dentro.

-La vida se puso cuesta arriba Y yo iba cuesta abajo Desde mis túneles internos cuesta abajo Miré a la vida cuesta arriba Tan arriba, al final de sus ángulos más terribles Miré hacia arriba la vida en su cuesta inalcanzable Y ella me guiñó un ojo Como guiñan los ojos las vidas a sus pasajeros de vida Y me dijo POR FAVOR NO SUBAS-